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Parálisis facial, el 85% son de origen desconocido
Redacción.- Los gestos faciales nos definen e identifican como personas. Sonreír, llorar, expresar miedo o alegría son acciones que hacemos de manera inconsciente. “Cuando la cara se paraliza, perdemos la parte del lenguaje no verbal que nos caracteriza como humanos”, afirma el Dr. Enrique Pérez Luengo, del Servicio de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora del Hospital del Rosario, quien define la parálisis facial como “una lesión del nervio facial que provoca la paralización de los músculos que intervienen en la expresión de la cara”.
Tal y como recoge el hospital, aunque es una enfermedad con la que se puede vivir, produce dificultades para la pronunciación y la deglución, enfermedades del ojo por exposición y sequedad de la córnea y descolgamiento progresivo de la cara, lo que contribuye a reducir la autoestima y deteriorar las relaciones personales y laborales del paciente.
En más del 85% de las ocasiones su origen es desconocido. Entonces se denomina parálisis facial a frigore o parálisis de Bell. “Su evolución suele ser benigna con tratamiento médico y rehabilitación, produciéndose una recuperación completa en la mayoría de los casos”, asegura el Dr. Pérez Luengo.
El resto de parálisis faciales se asocia a traumatismos craneales graves, tumores, infecciones víricas o a patologías asociadas al oído.
Diferentes técnicas microquirúrgicas transfieren fibras nerviosas desde nervios sanos de la cara y el cuello para que la musculatura facial todavía viable se mueva bajo las órdenes de otras áreas motoras.
Los procedimientos más importantes son, según el Dr. Pérez Luengo, las siguientes:
- Injerto cruzado desde el nervio facial sano (cross-face).
- Transferencias de nervios cercanos.
- Si la parálisis es de muy larga evolución (más de dos años), son inútiles los intentos de aportar inervación a grupos musculares ya destruidos. Por ello, se hace necesario el trasplante microquirúrgico de musculatura viable desde otra parte del organismo.