CNIO descubre un interruptor molecular que permite adaptarse al ayuno

Redacción.- Obtener energía y nutrientes del entorno, o sea, comer, es una función tan importante para los seres vivos que la evolución, a lo largo de cientos de millones de años, ha generado sofisticados mecanismos moleculares que la regulan. Y que apenas empiezan a desvelarse. Un grupo del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) presenta ahora una pieza clave en el proceso: un ‘interruptor’ que regula la capacidad del organismo de adaptarse a periodos de escasez, de falta de nutrientes.

Tal y como recoge el CNIO, se trata de la proteína RagA, que forman parte de una vía molecular, mTOR, identificada ya hace décadas como fundamental en la regulación de la actividad metabólica. Los investigadores del CNIO han descubierto que si RagA está permanentemente activada las células del organismo no se da cuenta de que no tienen comida, y siguen quemando energía como si tuvieran mucha a su disposición.

El trabajo se publica esta semana en Nature Communications con Alejo Efeyan, jefe del Grupo de Metabolismo y Señalización Celular del CNIO, como autor principal, y Celia de la Calle, como primera autora.

“Ahora siempre tenemos alimentos a nuestro alcance, pero las condiciones en que evolucionamos eran muy distintas”, explica Efeyan. “Nuestro organismo está adaptado a periodos cíclicos de ayuno, para los cuales nuestras células están tuneadas evolutivamente. Nosotros hemos descubierto que la activación de RagA es clave en esa adaptación”.

La importancia de la ruta molecular de RagA es equiparable a otras también esenciales para la nutrición, como la de la insulina; sin embargo, RagA se identificó hace relativamente poco, y no se conoce bien cómo controla el metabolismo. Comprender su funcionamiento puede llevar, a medio o largo plazo, a nuevas estrategias para combatir la obesidad o enfermedades asociadas a ella, desde el hígado graso al cáncer.

Responder a fluctuaciones de nutrientes es una característica fundamental de todos los seres vivos”, prosigue Efeyan. “Esta ruta molecular es evolutivamente muy antigua, más aún que la de la insulina; está presente incluso en levaduras. A pesar de ello se conoce de manera muy fragmentaria e incompleta cómo afecta a nuestra fisiología normal y cómo se desregula, cómo actúa de manera anómala en la obesidad y patologías asociadas”.



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